a esta joven la encontré en una vitrina del soho de londres. sus ojos perdidos y su roja boca triste que le dan a su cara una expresión de melancolía podrían matarme fácilmente. su nariz perfecta, el brillo en su pelo y su atrevida manera de vestir me acuerdan de aeon flux, de motoko kusanagi y de otras muchachas de manga de quienes me he enamorado, pero ésta no podría ser una actriz famosa, las heridas en su cara denotan cuan dura es realmente su vida. mi primer impulso fue el de sacar una espada y retar a duelo al miserable dueño del establecimiento que quien sabe por cuanto tiempo la ha tenido prisionera. tal vez yo solo quería reemplazar al miserable (en un sentido estrictamente proustianoÉ) pero de cualquier manera no había el menor motivo de duda con respecto al duelo, si yo hubiese muerto, mi muerte habría sido digna por al menos haber intentado liberarle, y si yo hubiese sobrevivido, entonces mi vida habría por fin cobrado sentido. yo, con el cuidado de pigmaleón, usando el mejor yeso y las mejores pinturas del mercado, le hubiese curado todas sus heridas, y luego, si ella lo hubiese considerado aceptable, me hubiese puesto a su absoluta disposición desde ese día y para siempre, le hubiese podido construir la mas linda casa del universo. pero cierta desconfianza en el mundo me impidió actuar, algo me decía que mi acción sólo atraería burlas, que ella habría sido la primera en reír, sus carcajadas las mas fuertes. luego me sentí bastante mal. que maldito vicio éste que llevo congénito, que me hace en el fondo creer ciegamente en dulcinea. (ver q de querer)

m de maniquí

maniquí: armazón en forma de cuerpo humano, que se usa para probar, arreglar o exhibir prendas de ropa.